Categoría: El blog de Noelia (página 3 de 5)

¡Agarren a todos los “regateros”!

10:33 p.m., desde casa: Amigos de La Milla Xtra, hoy no escribo desde el carro, pero es que tengo que compartirles esto.

Ahora que estoy en la tranquilidad de mi hogar, me dio con ponerme a leer mensajes y noticias en la página, y me encontré con una entrevista que le hicieron al director auxiliar del Negociado de Patrullas Carreteras sobre las razones por las que se expide la mayor cantidad de multas de tránsito en Puerto Rico. Entonces, me acordé de una situación que viví en el expreso 52 este fin de semana.

Íbamos rumbo a un juego de baloncesto de Ernesto en el sur y, cuando subíamos por las cuestas entre Caguas y Cayey, comenzaron a pasar todos estos autos de lujo, “esmandaos”, en pleno regateo. Era sábado en la mañana y, al igual que yo, por la autopista transitábamos decenas de familias, padres, madres, hijos, hermanos, sobrinos, tíos a quienes no nos interesa el regateo y que tenemos la expectativa de llegar seguros a nuestros destinos.

Reduje mi velocidad y me moví al carril de la derecha, hasta que vi que habían pasado todos los autos que a plena luz del día querían convertir la autopista en una pista de carreras. Luego, regresé al máximo de velocidad permitido por ley y seguí mi rumbo hacia nuestro destino, molesta, pero con un poco más de seguridad.

¡Contra! ¿Qué le pasa a la gente que se cree que son dueños de la carretera y pueden poner la vida de cientos de conductores en riesgo por el simple hecho de querer alardear su carro de todo lujo, con el súper motor y fuerza de arranque? Y no me malinterpreten. El que quiera tener un carro de lujo, que lo tenga y lo luzca. Y el que quiera tener un carro de carrera y regatear que lo tenga, ¡pero que lo haga en la pista, no en las vías públicas de este país!

Según el inspector Jorge L. Velázquez, cada vez están más agresivos en las carreteras dando multas de tránsito por exceso de velocidad y confiscando aquellos carros que interceptan en pleno regateo. Sin embargo, todos sabemos que la Policía no da abasto para estar en todos los lugares a la vez, así que -por favor- seamos un poco más conscientes y procuremos, al menos, respetar las leyes y normas de convivencia de este país por la seguridad de todos.

 

Terrible experiencia deportiva

11:35 a.m., bleachers de la cancha de una escuela: Hoy, no les escribo desde el carro. Tampoco les escribo sobre algún asunto que me haya pasado en la carretera.

Esto me acaba de pasar en la cancha, durante un juego de Ernesto y lo comparto porque pienso que lo que hoy pasó aquí es producto de las mismas actitudes que también provocan enfrentamientos a diario en las carreteras.

Ernesto tenía un torneo invitacional de escuelas privadas. Su equipo, que apenas ha podido practicar mucho en este semestre, perdió, pero a cátedra en compañerismo y buena actitud deportiva la acaban de dar los nuestros.

Desde que entramos a la cancha, el dirigente del otro equipo estaba como alterado, gritándole a sus jugadores, como si fueran profesionales de no sé dónde. A los 3 minutos del primer cuarto, vino la primera falta técnica contra el dirigente por gritarle improperios a los árbitros. Pocos segundos ante de terminar ese mismo cuarto, le volvieron a llamar la atención y se sentó en el banco a mirar su celular y dando la espalda a la cancha en tono de burla. En el segundo cuarto, llegó la segunda falta técnica. Poco después un llamado de atención a los padres del equipo, que se habían ubicado al lado del banco y no en los “bleachers” donde estábamos nosotros y, encima protestaban cada jugada. Comenzando la segunda mitad, técnica a unos padres que gritaron improperios a los árbitros. Todo esto mientras niños de sexto grado jugaban un invitacional.

¿En serio? ¿Es este el deporte que le queremos dar a nuestros hijos? Y no hablo de dejar de ser competitivo o de exigir calidad y buen desempeño. Hablo del respeto por los demás seres humanos, el respeto por la autoridad en la cancha -que, guste o no, durante el juego- son los árbitros y el respeto por el deporte y por nuestros hijos.

Me pregunto qué les estamos enseñando. Si los árbitros estaban muy intolerantes o no, eso es debatible, pero igualmente la primera técnica fue la señal inequívoca de que había que controlarse. Y no les confiscaron el juego, precisamente, por el bienestar de los nenes.

Al protestar de la forma irrespetuosa en que lo hicieron aquel dirigente y los padres están enviando una señal muy peligrosa a seres humanos y atletas que todavía se están formando. Luego no nos podemos quejar cuando ya de más adultos quieran violar cada regla, incluidas las de las carreteras.

¿Cuál es el truco con las sombrillas que todavía no lo descubro?

2:23 p.m., estacionamiento de la escuela de Ernesto: Si desde que comenzó el año ha habido unas semanas más despejadas, han sido estas. Los días han estado espectaculares, al punto que cuando voy por el expreso, llegando a Plaza Las Américas y miro hacia el horizonte, las montañas de El Yunque se ven claritas.

Con esa tranquilidad del clima despejado, arranqué a recoger a Ernesto, olvidando que su escuela está cerca de una montañita, donde no importa la hora y cuán despejado esté el día, siempre, siempre, puede sorprender un aguacerito. Y aquí estoy, a esta hora, debajo del aguacero, escribiéndoles a ustedes, porque cuando estacioné, me volteé a buscar el paraguas en el asiento de atrás y, SORPRESA, no había paraguas.

Probablemente, está en alguna marquesina, dizque “escurriendo” del último aguacero de hace más de un mes, o en la oficina. Quién sabe si lo dejé en alguna sala de espera de un médico o en el baúl del carro. El punto es que no lo tengo accesible y a estas alturas no sé cómo me atrevo a vivir confiada de que la sombrilla está en el asiento de atrás del auto.

Ya me pasa con tanta frecuencia que debo dejar de sorprenderme y resignarme con andar siempre con una capa en la gaveta del “dash” o con bolsas plásticas. O ¿será posible encontrar una fórmula para asegurarte de siempre que lo usas devolver el paragua al asiento trasero del auto para cuando lo necesites?

Nada, está bajando un poco la intensidad. Me voy a poner el abrigo en la cabeza para, por lo menos, bajarme. Hablamos en la próxima.

¿Portavasos o portallaves, portarecibos o portaregueros?

8:53 p.m., estacionamiento de un “fast food” – No sé si les pasa, pero cada vez que voy a poner un vaso en el portavasos de mi guagua me llevo tremenda sorpresa, pues siempre hay algo que ya lo ocupa. Y mira que mi guagua tiene como cuatro portavasos en el asiento de al frente, pero yo insisto en tirarles de todo: llaves, gomitas de pelo, recibos de gasolina y “fast foods”, “beepers” de los portones, el celular, en fin, de todo menos vasos.

Y eso que los fabricantes de autos cada vez son más creativos diseñando espacios dentro de los vehículos para satisfacer nuestras necesidades, pero es que nada como esos huequitos siempre abiertos y listos para sostener lo que caiga.

Ahora mismo, mientras espero una orden bastante grandecita (ando con Ernesto y dos amigos del baloncesto en plena etapa de crecimiento), tuve que recoger como una loca y acumular todos mis regueros en otro compartimiento para poder colocar lo que se supone que vaya en el portavasos, es decir, vasos.

A ustedes, ¿les pasa? ¿Cómo lo resuelven?

Tengo una nueva mejor amiga y es un app

5:33, estacionamiento de las canchas de baloncesto: Amigos de la Milla Xtra, tengo una nueva mejor amiga y es una aplicación. No se preocupen, les juro que no estoy textiando mientras guío, pues tengo las palabras de Ernesto bien claritas.

Se trata de Waze, el app que me dice dónde hay tapón y por dónde atrechar. Dirán que estoy bien atrás. Por lo menos, eso me han ducho todas las personas a las que les cuento que la descubrí. Pero es que imagínense ustedes, yo que ando todo el día en las carreteras que, con un accidente leve o un aguacero, por pequeñito que sea, se ataponan. Me tengo que sentir feliz de encontrar esta nueva amiga fiel, así que lo comparto, por si alguno de mis seguidores no la ha descubierto todavía.

Aparte de lo maravilloso de evadir el tapón, o de hasta saber más o menos a qué hora tengo que salir para llegar a tiempo a distintos lugares, una de las cosas que más me ha maravillado es que he conocido recovecos de mi vecindario que jamás imaginé que existían.

A los más tecnológicos que les he contado, me dicen que eso mismo lo hacen la aplicación de Maps y Google. ¿Cómo les ha ido a ustedes con cualquiera de ellas? ¿Cuál prefieren y por qué? Déjenme saber, pues a lo mejor estoy celebrando como quien acaba de descubrir algo que no sabía que existía, y hay más y mejoras aplicaciones para lo mismo.

Hablamos pronto, Noelia.

Predicando la moral en tiempos de prisa

11:28 a.m., estacionamiento de la oficina – ¿Alguna vez les ha pasado que en un momento de mucho estrés –o prisa- ven cómo todo lo que “predican” día a día se va a la basura?

A mí me acaba de pasar, y les confieso que me siento fatal. Resulta que, como siempre ando tarde y de prisa (tengo serios problemas para calcular mi tiempo), salí retrasada para una reunión importante de trabajo, así que me monté en la guagua y, como dicen por ahí, “le metí el chambón” queriendo convertir un tramo de media hora en 15 minutos.

Tan pronto tomé la salida hacia el expreso, me encontré con un carro en el mismo medio, que conducía algo perdido, por debajo del mínimo de velocidad permitida (y yo queriendo ir por encima del máximo). Me le pegué, esperé un par de segundos, empecé a tocarle bocina como una loca y me le salí de atrás tan pronto pude. Cuando le pasaba por el lado, miré a ver quién iba. Era algún señor de unos cuarentaitantos que, sencillamente, estaba confundido.

Inmediatamente, me invadió el sentimiento de culpa. ¿Cómo es posible que lleve semanas escribiendo sobre experiencias en la calle con alguna gente desconsiderada, invitando a la empatía y solidaridad mientras conducimos y aquí estoy acabando de hacer lo que tanto critico?

Solté el acelerador y regresé a la velocidad máxima permitida. Sin tanto corte de pastelillo. Sin tanta prisa. Mi paz mental, mi salud física y la de los que comparten la calle conmigo no puede estar en juego por llegar a tiempo a una reunión a la que sencillamente ya no voy a llegar a tiempo. Los demás conductores tampoco tienen la culpa de mi problema para manejar el tiempo. Les comparto esto porque soy humana y me equivoco, como nos pasa a todos. Al menos, trato de ser consciente de la situación y evitarla siempre que me sea posible. La próxima vez, debo salir a tiempo.

Noelia, ¡eso es un engaño!

10:25 p.m., en casa: Acabo de llegar a casa de la práctica de Ernesto. Justo cuando más cerca estábamos, en el último semáforo, un hombre, que aparentaba unos 60 años, estaba parado en el carril de la derecha con todas las luces de su guagua apagadas y el baúl abierto. Después de pasar tremendo susto (porque el área es oscura y el carro apenas se apreciaba), lo vi algo aturdido.

Se me acercó por la puerta del pasajero y me hizo señas para que bajara el cristal. Dudé, porque en ese lado llevo cartera y todos mis bultos (aparte de que en el asiento de atrás, por ese lado, es que se sienta Ernesto), pero al final lo vi tan desesperado que bajé la ventana como 2 pulgadas y le pregunté qué pasó.

Me dijo que estaba sin gasolina y sin dinero. Se podrán imaginar el tremendo “flashback” que me vino a la mente. Me pidió que le diera lo que pudiera, que él echaba gasolina y luego yo lo seguía hasta su casa para cobrarle. Yo, con todo sentimiento de culpa porque no tenía más efectivo, le di el único peso que tenía. “¿No tiene ATH Móvil?”, le pregunté, deseando resolverle el problema rápido. Me dijo que no. En eso, cambió la luz y seguí mi camino, pues estamos súper agotados con el reinicio de clases y del baloncesto.

Cuando llegué, llamé a mi hermana como casi todas las noches para hablar de nuestro día y le conté que había encontrado a una persona que le había pasado una situación bastante parecida a la mía y que me sentía fatal por no haber podido ayudarlo más. “¡Noelia, eso es un engaño!”, dijo, como si la hubiera tenido justo al lado. Me quedé en duda, pero acto seguido me dio la descripción exacta del individuo y la guagua y me dijo que hacía dos días el mismo señor le vino con el mismo cuento en el semáforo de la otra dirección, pero de día. Ernesto me dijo: “yo me lo imaginé, pero no te dije nada”. ¿Qué iba a saber yo?, pensé. El cuento era creíble y me sentí identificada. Inmediatamente, agradecí no haberle dado más ni haberle pasado ATH Móvil y pensé en llamar a la Policía. Al final, no llamé a más nadie que no fuera a mis papás y vecinos para que si lo ven no vayan a caer. Eso sí, me quedé con la espina de si en el fondo es cierto y el señor no tiene dinero para algo tan básico como la gasolina. Al final, estamos en tiempos de crisis y uno no sabe las necesidades que puedan estar pasando los puertorriqueños.

Si vuelvo a verlo, le preguntaré, pues no me puedo quedar con la duda.

La curiosidad de las pegatinas

4:36 p.m., estacionamiento de un lugar de café en Puerto Nuevo: Acabo de salir de un negocio de venta de café (muy bueno, por cierto) y me topé con un vehículo que tenía una pegatina de una huella de perro, que en el centro leía “Rescue Mom”.

Inicialmente, no sé si porque estoy falta de cafeína (pedí el café para llevar y me lo tomo mientras escribo en el carro) o porque en estos días ando algo intolerante, ver que alguien tenía una pegatina alardeando que es madre adoptiva de una mascota me chocó.

Usualmente, colocamos pegatinas en los autos para comunicar un mensaje religioso, social o político; para invitar a los demás a algo, como tener precaución porque llevas un bebé; y para mostrar orgullo por las notas de tus hijos, sus dotes atléticos o sus actividades extracurriculares o por la composición de la familia o algún maratón completado. También colocamos pegatinas para regañar, o hasta vacilar, pero ¿porque rescataste una mascota? Realmente, no entiendo.

Si es que con la pegatina buscas invitar a otro a adoptar, pues creo que el mensaje debe ser más directo, y yo soy madre adoptiva de una hermosa perrita y, NO, no pondría una pegatina de “Rescue Mom”. Pero esa soy yo, que ando insoportable en estos días. En el fondo, realmente me alegro de saber que otra mascota corrió la misma suerte que la mía.

Sí me he quedado pensando, sorbo de café viene y sorbo de café va, en las pegatinas más curiosas que uno se encuentra en la carretera, y no dejo de maravillarme con la inventiva del ser humano y, sobre todo, de nosotros los puertorriqueños. Al final, el carro es una herramienta importantísima para movernos en nuestro país y se convierte en un vehículo (en sentido figurado) para llevar mensajes con las pegatinas que colocamos.

“Si puedes leer esto, estás muy cerca”, “No te pegues que no es bolero”, “No critique, su hija podría ir aquí”, “Te recordaremos siempre, fulano”, son algunos de los que recuerdo.

¿Cuáles recuerdan ustedes?

¡De regreso a la locura y mi protesta de Reyes!

8:05 a.m., estacionamiento de la escuela de Ernesto: Ya sé que las navidades no han acabado, pero Ernesto empezó clases ayer y ya hoy la calle estaba de locura.

Los padres de la escuela, como siempre, queriendo ser los primeros, dejando a los muchachos en el parking más cercano a la entrada o en el mismo medio, cosa que ellos no tengan que pasar mucho trabajo.

A veces me pregunto para qué serán padres. Y no me malinterpreten, no es mi intención juzgar a nadie. Lo que pasa es que de momento me detengo a observar el comportamiento de los padres con sus hijos y no los puedo entender. Yo sé que la rutina y el ajoro diario nos obligan a andar un poco como autómatas, pero ese beso a tu hijo antes de que entre a clases, sobre todo en estos días en que están destetándose otra vez, debe ser uno de los momentos más honestos del día. Ya luego habrá espacio para ajorarse. Por lo menos, esa es mi filosofía de vida. Mi tiempo con Ernesto es sagrado, por eso, lo ajoro para llegar a tiempo, lo despido como un rey y entonces me vuelvo a ajorar, pues él no tiene por qué llevarse todo mi estrés y mi energía negativa al salón de clases.

Hoy, como sé que la calle está complicadita, me quedé tranquilita en el estacionamiento para escribirles, en lo que baja un poco el “rush” de la hora de entrada a las escuelas y trabajos.

Y hablando de reyes, no les voy a ocultar el coraje que me da estar en la escuela en estos momentos, cuando debería estar con Ernesto en algún lugar jugando con sus regalos de reyes. Para mí, los reyes son súper importantes, así que, por mí, que haya clases hasta el 23 y que le den unos díitas más a los nenes en la casa en enero. ¿Qué creen ustedes?

Divertida caravana de volkswagens navideños

8:53 p.m., terraza de un restaurante: ¡Feliz Año Nuevo y Feliz Día de Reyes (adelantado)! Espero que la hayan pasado muy bien junto a sus familiares, al igual que yo.

Tengo que confesarles que la calle, a excepción de las cercanas a los centros comerciales y las entradas a Viejo San Juan, ha estado de maravilla en estos días. Tan así que me la he pasado durmiendo, gracias a que no tengo que huirle al tapón mañanero. Eso sí, cero vacaciones. El que trabaja por su cuenta tiene que asegurarse de trabajar cuando le piden, sobre todo en estos días en que los gastos aumentan.

Quise escribir porque estoy sentada en la terraza de un restaurante en Condado y acabo de ver pasar una caravana de volkys con lucecitas de Navidad. ¡Todo un espectáculo! Cuando la vi, me acordé que había leído en la Milla Xtra de adornos extraños en los carros, pero me sorprendí porque no tenía idea de que aquí lo hacían.

Inmediatamente, me puse a buscar en mi celular si encontraba fotos y videos de la caravana que otra gente hubiera posteado en las redes, pero no encuentro nada igual. Sí encontré una promoción de una caravana para los días previos a Reyes en Quebradillas, pero no sé si se trata de lo mismo. Les comparto el “post” por si acaso. ¿Ustedes la han visto? ¿Saben si tienen página en redes sociales? Déjenme saber, plis.

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