No me lo niegues. A tí te pasó igual.  El eclipse te cogió justo en la hora de recogido de escuela, ¿y qué hiciste?

Pues si eres como yo, estuvimos debatiendo entre ponerte las famosas gafitas para guiar en la carretera, esperar a que pasara para recoger a tu hijo, y comprarle unos “shades” a las ventanas del carro (como le ponen las mamás a los bebés).  

¡TOTAL! No sé si te pasó, pero yo, que me enredé haciendo mil cosas, casi se me olvidó que había un eclipse pasando, salí sin gafas, me monté en el carro y ni siquiera cerré el sunroof.  No te digo yo, si para detenernos, las madres necesitamos más que un eclipse.  Así es que aquí estoy, ni ciega ni eclipsada, solamente agotada del trajín, los tapones y los corre-y-corres, no de un día de un fenómeno atmosférico, sino más bien, de un día más.