¡Ay estos ratos de ocio! Son escasos claro, pero como nos ponen a pensar.  Los otros días pensaba yo en algo tan trivial como la tercera fila de asientos de mi guagua.  Uno compra un carro con planes futuros, como compraría una casa.  Que si va a ser el carro para los “road trips,” que si crece la familia… de ahí es que nació esa tercera fila.

Cuando yo compré esta guagua estaba contando con que la familia iba a crecer, pero no.  Nos quedamos Ernesto y yo.  Ahora, que quede claro que esa tercera fila coge pela.  La vida tiene formas interesantes de mostrarnos que hay distintas maneras de ver las cosas.  Y con Ernesto, aprendí que familia se define de mil maneras.  Cada vez que lo recojo de sus prácticas y se monta re-energizado con sus amigos y compañeros de equipo me doy cuenta de que ellos también son familia.  Veo la alegría que comparten con cada triunfo de su equipo, y la solidaridad que muestran en las derrotas, como si todos fueran uno… porque lo son.

Por eso estoy clara de que no me equivoqué.  Esta guagua que se compró con tres filas para acomodar a la familia que tenía planes de crecer,  ha cumplido con su cometido.  No sólo es el lleva y trae, el escenario de mis terapias (digo, blogs), sino el hogar de la familia extendida, esa que vive… en la tercera fila.