Tic, toc, tic, toc… estoy escuchando el relojito del mes de julio, y quedando ya menos de la mitad del mes, aumenta la frecuencia de los anuncios de back to school, los días sin IVU, la venta de uniformes, libros, libretas… ¡AY! YA ESTÁ BUENO. Se acercan los días de corre corre, las prácticas, las tareas y proyectos de escuela y ¿a dónde se fue el verano? Pues no sé si a ustedes le ha pasado lo mismo, pero el mio se ha ahogado entre las últimas semanas de lluvias, que curiosamente se intensifican para el fin de semana, cuando el cuerpo me pide playa.
Estas últimas semanas de lluvia le quitan a uno las ganas de todo – el patio de la casa parece un pantano, no hay nada que hacer que no sea ver Netflix… y comer ¿les dije que ¡YA ESTÁ BUENO!?
Estamos claros de que vivimos en una isla y de que la playa está ahí todo el año, pero en verano, tiene un saborcito especial. Es tiempo de compartir con los nuestros durante días más largos, sin la preocupación de la cartulina que hay que comprar para el día siguiente, o el examen para el que hay que estudiar. Así es que invocando al dios del sol y el gran poder de Ada Monzón, cruzo los dedos y me despido, no sin antes elevar una plegaria pidiendo que no tenga que cambiar mi carrito por una yola.
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