8:05 a.m., estacionamiento de la escuela de Ernesto: Ya sé que las navidades no han acabado, pero Ernesto empezó clases ayer y ya hoy la calle estaba de locura.

Los padres de la escuela, como siempre, queriendo ser los primeros, dejando a los muchachos en el parking más cercano a la entrada o en el mismo medio, cosa que ellos no tengan que pasar mucho trabajo.

A veces me pregunto para qué serán padres. Y no me malinterpreten, no es mi intención juzgar a nadie. Lo que pasa es que de momento me detengo a observar el comportamiento de los padres con sus hijos y no los puedo entender. Yo sé que la rutina y el ajoro diario nos obligan a andar un poco como autómatas, pero ese beso a tu hijo antes de que entre a clases, sobre todo en estos días en que están destetándose otra vez, debe ser uno de los momentos más honestos del día. Ya luego habrá espacio para ajorarse. Por lo menos, esa es mi filosofía de vida. Mi tiempo con Ernesto es sagrado, por eso, lo ajoro para llegar a tiempo, lo despido como un rey y entonces me vuelvo a ajorar, pues él no tiene por qué llevarse todo mi estrés y mi energía negativa al salón de clases.

Hoy, como sé que la calle está complicadita, me quedé tranquilita en el estacionamiento para escribirles, en lo que baja un poco el “rush” de la hora de entrada a las escuelas y trabajos.

Y hablando de reyes, no les voy a ocultar el coraje que me da estar en la escuela en estos momentos, cuando debería estar con Ernesto en algún lugar jugando con sus regalos de reyes. Para mí, los reyes son súper importantes, así que, por mí, que haya clases hasta el 23 y que le den unos díitas más a los nenes en la casa en enero. ¿Qué creen ustedes?