8:35 p.m., restaurante de comida rápida – No tengo idea de qué voy a hacer el martes. Sé que es importante que vaya a votar, pero aún tengo más preguntas que respuestas.
Acabo de salir del tapón de una caravana y, “mi madre”, qué clase de revolú. Realmente, yo me pregunto si a estas alturas las caravanas servirán de algo.
Por un lado, están los fiebrús, que son parte de la caravana y van a lucir su carro, su bocina, su guagua escolar, lo que sea. Por el otro, los llamados “sopla pote” con su porte y sus banderines. Entonces, están los que se encuentran con el tapón justo cuando van con prisa hacia algún destino. Unos, suspiran y sonríen. Otros, se ponen hasta violentos.
Yo soy de las segundas. Si ya me agarró el tapón, para qué hacerle daño a mi corazón con un coraje. Sencillamente, suspiro, me echo para atrás (apretando el freno, por supuesto) y me dedico a observar. A la verdad que se ven una de cosas.
Horita, había una señora con pañuelito y bandera, deteniendo el tránsito, bien temeraria, y con la carretera oscura, para que los choferes de la caravana pudieran pasar. Parece que algún conductor se puso guapetón y han empezado a discutir en el medio de la carretera con el tránsito detenido.
Gente, por favor. Y, políticos, ¿para qué? Ahora con las redes sociales las campañas políticas son otro cantar. Si no, díganselo a los candidatos independientes.
Me voy a recoger mi orden. Y tú, ¿de qué lado de la caravana estás?
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