3:45 p.m., estacionamiento de un “dealer” – ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! Y no soy yo.

Acabo de dejar a mi hermana en el dealer para recoger su guagua nueva. Esta es como la tercera vez que visitamos este lugar en un periodo de 36 horas, porque al final se puso bien difícil.

Primero, la traje a negociar el precio. Se fue a pensarlo.

Luego, tuve que traerla a buscar la orden de compra porque ella iba a buscar financiamiento en una institución con la que el “dealer” no tiene acuerdo. Esa vez, ayer -para ser más específica-, la traigo, me pide que la acompañe, me siento con ella y el vendedor, me paro a atender una llamada y, cuando la miro, está ella levantada de la mesa peleando, porque el vendedor insistía en llenarle una solicitud de crédito del banco con el que ellos tienen acuerdo, dizque para garantizar la venta y poder darle el vehículo.

Iba furibunda… hasta hoy. Hoy, cuando llegó al “dealer” con su carta de la otra institución, estaba ella que no le cabía la sonrisa en la cara.

Ahhhhh, comprar un carro es tan chévere…. excepto con mi hermana y cuando te acuerdas que hay que pagarlo.

Los dejo, que tengo que llegar a tiempo a una reunión.