4:36 p.m., estacionamiento de un lugar de café en Puerto Nuevo: Acabo de salir de un negocio de venta de café (muy bueno, por cierto) y me topé con un vehículo que tenía una pegatina de una huella de perro, que en el centro leía “Rescue Mom”.

Inicialmente, no sé si porque estoy falta de cafeína (pedí el café para llevar y me lo tomo mientras escribo en el carro) o porque en estos días ando algo intolerante, ver que alguien tenía una pegatina alardeando que es madre adoptiva de una mascota me chocó.

Usualmente, colocamos pegatinas en los autos para comunicar un mensaje religioso, social o político; para invitar a los demás a algo, como tener precaución porque llevas un bebé; y para mostrar orgullo por las notas de tus hijos, sus dotes atléticos o sus actividades extracurriculares o por la composición de la familia o algún maratón completado. También colocamos pegatinas para regañar, o hasta vacilar, pero ¿porque rescataste una mascota? Realmente, no entiendo.

Si es que con la pegatina buscas invitar a otro a adoptar, pues creo que el mensaje debe ser más directo, y yo soy madre adoptiva de una hermosa perrita y, NO, no pondría una pegatina de “Rescue Mom”. Pero esa soy yo, que ando insoportable en estos días. En el fondo, realmente me alegro de saber que otra mascota corrió la misma suerte que la mía.

Sí me he quedado pensando, sorbo de café viene y sorbo de café va, en las pegatinas más curiosas que uno se encuentra en la carretera, y no dejo de maravillarme con la inventiva del ser humano y, sobre todo, de nosotros los puertorriqueños. Al final, el carro es una herramienta importantísima para movernos en nuestro país y se convierte en un vehículo (en sentido figurado) para llevar mensajes con las pegatinas que colocamos.

“Si puedes leer esto, estás muy cerca”, “No te pegues que no es bolero”, “No critique, su hija podría ir aquí”, “Te recordaremos siempre, fulano”, son algunos de los que recuerdo.

¿Cuáles recuerdan ustedes?