3:52 p.m., paseo del expreso Luis A. Ferré – Ayer, salí un poco más temprano, porque Ernesto tenía que estudiar. Iba sin prisa. En mi eterno ”espaseo”. La calle estaba mojada, pero había sol.

De pronto, como a 100 metros de distancia, un carro gris pretendía cambiar de carril sin darse cuenta que venía otro auto blanco muy cerca. Cuando estaban a punto de chocar, el conductor (creo que realmente era conductora) se percató y movió bruscamente el guía en la dirección contraria. Ahí empezó mi pesadilla.

El carro empezó a barrerse de un carril a otro. Yo seguía como a unos 100 metros. El conductor –o conductora- del carro blanco comenzó a alejarse por la derecha. Frenaron. Yo, entre el susto y la sorpresa, lo que lograba era apretar el guía.

“¡El freno, Noelia, el freno!”. Ojalá hubiese pensado en el freno. Lo único que fui capaz de hacer en ese momento fue cambiarme de carril y estacionarme en el paseo.

“¡Qué clase de susto!”, pensé. Si llegaban a chocar, en lo que yo me daba cuenta que tenía que frenar y frenaba, de seguro ya estaba chocando a uno de los autos. Bueno, al menos, las gomas están buenas, las cambié hace dos meses y el sistema de frenos se tranca en una situación como esta. Solo me falta reaccionar mejor y andar menos “espaseada”.