8:55 p.m., marquesina de mi casa – Soy maestra de español, pero trabajo como redactora, madre soltera de un niño preadolescente y de una perra, petlover y crossfitera.
Amo mi trabajo, pero me encantan las vacaciones. El poco tiempo que he pasado sin trabajo –porque, sí, me he quedado sin trabajo varias veces- he estado a punto de volverme loca. No sé si porque me gusta compartir con gente y salir de mi carro o porque, realmente, escribir es mi terapia, lo que me apasiona y me ayuda a procesar.
Vivo en Bayamón, aunque realmente, mi casa es el carro. De la casa al tapón, a la escuela, al crossfit, al trabajo, a las reuniones, a recoger a Ernesto (mi hijo), llevarlo al baloncesto, comprar algo de comer y finalmente la casa, para atender a la perra y dormir. Esos son mis días de semana. Entonces, cuando llega el fin de semana, caigo como si me hubieran dado una paliza.
Este lunes pasado, una señora que iba hablando por el celular e intentando salir de un estacionamiento casi me choca. Yo iba por mi carril y ella había utilizado como estacionamiento una acera que no está autorizada para eso. También reconozco que yo iba un poco despistada. Quedé paralizada por el susto. Ella, en cambio, celular en mano, bajó el cristal y comenzó a gritarme insultos. “Pero qué le pasa a esta señora… Después es tan desconsiderada que pelea con el celular en la mano”, pensé. Lamentablemente, no se me ocurrió una sola línea con la que contestarle sin insultarla.
Me puse tan nerviosa, que me tuve que detener en el estacionamiento de un restaurante de comida rápida. El corazón se me quería salir. Quería llorar, gritar, llamar a mi hermana que estaba trabajando y sabía que no me contestaría… En cambio, me puse a escribir en el celular. Con cada palabra, iba soltando el estrés y la ansiedad. Entonces, pensé, “a cuántas personas no les estará pasando lo mismo que a mí en este momento”. “Cuánta hostilidad en la carretera”. “¿Acaso antes de gritar esa señora no pudo pensar en quién estaba del otro lado, quién tuvo la responsabilidad?”… Y se me ocurrió que quizás a alguien le puede interesar leer mi experiencia y compartir alguna que le haya afectado, quién sabe si lo lea la conductora que me gritó. Por eso, hoy y siempre que pueda, escribo desde el carro.