Etiqueta: vlog de noelia (página 3 de 5)

Predicando la moral en tiempos de prisa

11:28 a.m., estacionamiento de la oficina – ¿Alguna vez les ha pasado que en un momento de mucho estrés –o prisa- ven cómo todo lo que “predican” día a día se va a la basura?

A mí me acaba de pasar, y les confieso que me siento fatal. Resulta que, como siempre ando tarde y de prisa (tengo serios problemas para calcular mi tiempo), salí retrasada para una reunión importante de trabajo, así que me monté en la guagua y, como dicen por ahí, “le metí el chambón” queriendo convertir un tramo de media hora en 15 minutos.

Tan pronto tomé la salida hacia el expreso, me encontré con un carro en el mismo medio, que conducía algo perdido, por debajo del mínimo de velocidad permitida (y yo queriendo ir por encima del máximo). Me le pegué, esperé un par de segundos, empecé a tocarle bocina como una loca y me le salí de atrás tan pronto pude. Cuando le pasaba por el lado, miré a ver quién iba. Era algún señor de unos cuarentaitantos que, sencillamente, estaba confundido.

Inmediatamente, me invadió el sentimiento de culpa. ¿Cómo es posible que lleve semanas escribiendo sobre experiencias en la calle con alguna gente desconsiderada, invitando a la empatía y solidaridad mientras conducimos y aquí estoy acabando de hacer lo que tanto critico?

Solté el acelerador y regresé a la velocidad máxima permitida. Sin tanto corte de pastelillo. Sin tanta prisa. Mi paz mental, mi salud física y la de los que comparten la calle conmigo no puede estar en juego por llegar a tiempo a una reunión a la que sencillamente ya no voy a llegar a tiempo. Los demás conductores tampoco tienen la culpa de mi problema para manejar el tiempo. Les comparto esto porque soy humana y me equivoco, como nos pasa a todos. Al menos, trato de ser consciente de la situación y evitarla siempre que me sea posible. La próxima vez, debo salir a tiempo.

Noelia, ¡eso es un engaño!

10:25 p.m., en casa: Acabo de llegar a casa de la práctica de Ernesto. Justo cuando más cerca estábamos, en el último semáforo, un hombre, que aparentaba unos 60 años, estaba parado en el carril de la derecha con todas las luces de su guagua apagadas y el baúl abierto. Después de pasar tremendo susto (porque el área es oscura y el carro apenas se apreciaba), lo vi algo aturdido.

Se me acercó por la puerta del pasajero y me hizo señas para que bajara el cristal. Dudé, porque en ese lado llevo cartera y todos mis bultos (aparte de que en el asiento de atrás, por ese lado, es que se sienta Ernesto), pero al final lo vi tan desesperado que bajé la ventana como 2 pulgadas y le pregunté qué pasó.

Me dijo que estaba sin gasolina y sin dinero. Se podrán imaginar el tremendo “flashback” que me vino a la mente. Me pidió que le diera lo que pudiera, que él echaba gasolina y luego yo lo seguía hasta su casa para cobrarle. Yo, con todo sentimiento de culpa porque no tenía más efectivo, le di el único peso que tenía. “¿No tiene ATH Móvil?”, le pregunté, deseando resolverle el problema rápido. Me dijo que no. En eso, cambió la luz y seguí mi camino, pues estamos súper agotados con el reinicio de clases y del baloncesto.

Cuando llegué, llamé a mi hermana como casi todas las noches para hablar de nuestro día y le conté que había encontrado a una persona que le había pasado una situación bastante parecida a la mía y que me sentía fatal por no haber podido ayudarlo más. “¡Noelia, eso es un engaño!”, dijo, como si la hubiera tenido justo al lado. Me quedé en duda, pero acto seguido me dio la descripción exacta del individuo y la guagua y me dijo que hacía dos días el mismo señor le vino con el mismo cuento en el semáforo de la otra dirección, pero de día. Ernesto me dijo: “yo me lo imaginé, pero no te dije nada”. ¿Qué iba a saber yo?, pensé. El cuento era creíble y me sentí identificada. Inmediatamente, agradecí no haberle dado más ni haberle pasado ATH Móvil y pensé en llamar a la Policía. Al final, no llamé a más nadie que no fuera a mis papás y vecinos para que si lo ven no vayan a caer. Eso sí, me quedé con la espina de si en el fondo es cierto y el señor no tiene dinero para algo tan básico como la gasolina. Al final, estamos en tiempos de crisis y uno no sabe las necesidades que puedan estar pasando los puertorriqueños.

Si vuelvo a verlo, le preguntaré, pues no me puedo quedar con la duda.

La curiosidad de las pegatinas

4:36 p.m., estacionamiento de un lugar de café en Puerto Nuevo: Acabo de salir de un negocio de venta de café (muy bueno, por cierto) y me topé con un vehículo que tenía una pegatina de una huella de perro, que en el centro leía “Rescue Mom”.

Inicialmente, no sé si porque estoy falta de cafeína (pedí el café para llevar y me lo tomo mientras escribo en el carro) o porque en estos días ando algo intolerante, ver que alguien tenía una pegatina alardeando que es madre adoptiva de una mascota me chocó.

Usualmente, colocamos pegatinas en los autos para comunicar un mensaje religioso, social o político; para invitar a los demás a algo, como tener precaución porque llevas un bebé; y para mostrar orgullo por las notas de tus hijos, sus dotes atléticos o sus actividades extracurriculares o por la composición de la familia o algún maratón completado. También colocamos pegatinas para regañar, o hasta vacilar, pero ¿porque rescataste una mascota? Realmente, no entiendo.

Si es que con la pegatina buscas invitar a otro a adoptar, pues creo que el mensaje debe ser más directo, y yo soy madre adoptiva de una hermosa perrita y, NO, no pondría una pegatina de “Rescue Mom”. Pero esa soy yo, que ando insoportable en estos días. En el fondo, realmente me alegro de saber que otra mascota corrió la misma suerte que la mía.

Sí me he quedado pensando, sorbo de café viene y sorbo de café va, en las pegatinas más curiosas que uno se encuentra en la carretera, y no dejo de maravillarme con la inventiva del ser humano y, sobre todo, de nosotros los puertorriqueños. Al final, el carro es una herramienta importantísima para movernos en nuestro país y se convierte en un vehículo (en sentido figurado) para llevar mensajes con las pegatinas que colocamos.

“Si puedes leer esto, estás muy cerca”, “No te pegues que no es bolero”, “No critique, su hija podría ir aquí”, “Te recordaremos siempre, fulano”, son algunos de los que recuerdo.

¿Cuáles recuerdan ustedes?

¡De regreso a la locura y mi protesta de Reyes!

8:05 a.m., estacionamiento de la escuela de Ernesto: Ya sé que las navidades no han acabado, pero Ernesto empezó clases ayer y ya hoy la calle estaba de locura.

Los padres de la escuela, como siempre, queriendo ser los primeros, dejando a los muchachos en el parking más cercano a la entrada o en el mismo medio, cosa que ellos no tengan que pasar mucho trabajo.

A veces me pregunto para qué serán padres. Y no me malinterpreten, no es mi intención juzgar a nadie. Lo que pasa es que de momento me detengo a observar el comportamiento de los padres con sus hijos y no los puedo entender. Yo sé que la rutina y el ajoro diario nos obligan a andar un poco como autómatas, pero ese beso a tu hijo antes de que entre a clases, sobre todo en estos días en que están destetándose otra vez, debe ser uno de los momentos más honestos del día. Ya luego habrá espacio para ajorarse. Por lo menos, esa es mi filosofía de vida. Mi tiempo con Ernesto es sagrado, por eso, lo ajoro para llegar a tiempo, lo despido como un rey y entonces me vuelvo a ajorar, pues él no tiene por qué llevarse todo mi estrés y mi energía negativa al salón de clases.

Hoy, como sé que la calle está complicadita, me quedé tranquilita en el estacionamiento para escribirles, en lo que baja un poco el “rush” de la hora de entrada a las escuelas y trabajos.

Y hablando de reyes, no les voy a ocultar el coraje que me da estar en la escuela en estos momentos, cuando debería estar con Ernesto en algún lugar jugando con sus regalos de reyes. Para mí, los reyes son súper importantes, así que, por mí, que haya clases hasta el 23 y que le den unos díitas más a los nenes en la casa en enero. ¿Qué creen ustedes?

Divertida caravana de volkswagens navideños

8:53 p.m., terraza de un restaurante: ¡Feliz Año Nuevo y Feliz Día de Reyes (adelantado)! Espero que la hayan pasado muy bien junto a sus familiares, al igual que yo.

Tengo que confesarles que la calle, a excepción de las cercanas a los centros comerciales y las entradas a Viejo San Juan, ha estado de maravilla en estos días. Tan así que me la he pasado durmiendo, gracias a que no tengo que huirle al tapón mañanero. Eso sí, cero vacaciones. El que trabaja por su cuenta tiene que asegurarse de trabajar cuando le piden, sobre todo en estos días en que los gastos aumentan.

Quise escribir porque estoy sentada en la terraza de un restaurante en Condado y acabo de ver pasar una caravana de volkys con lucecitas de Navidad. ¡Todo un espectáculo! Cuando la vi, me acordé que había leído en la Milla Xtra de adornos extraños en los carros, pero me sorprendí porque no tenía idea de que aquí lo hacían.

Inmediatamente, me puse a buscar en mi celular si encontraba fotos y videos de la caravana que otra gente hubiera posteado en las redes, pero no encuentro nada igual. Sí encontré una promoción de una caravana para los días previos a Reyes en Quebradillas, pero no sé si se trata de lo mismo. Les comparto el “post” por si acaso. ¿Ustedes la han visto? ¿Saben si tienen página en redes sociales? Déjenme saber, plis.

Paciencia en estos días, gente

9:15 p.m., estacionamiento de casa: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh… Se acabaron las clases y tenemos aunque sea un descansito de nuestras madrugadas terribles.

Ando en estos días con una calma y contentura que no me la detienen nadie. Bueno, hasta que salgo a la carretera.

La gente se pone como loca en estos días. Hoy por la tarde, estuve haciendo unas gestiones en un centro comercial. Fui con total paciencia, consciente de la locura a la que me iba a someter. Encontré estacionamiento con calma, hasta ayudé a un señor a conseguir un estacionamiento que no había visto más adelante, pero dentro del centro comercial y en las carreteras de los alrededores la gente estaba como loca. Es como si estuviesen tan obsesionados con resolver y conseguir lo que ellos quieren que se olvidan de que a su alrededor hay seres humanos con miles de situaciones y razones distintas para estar dentro de un “mall” o en la calle a esa hora. Se ponen cañoneros.

Gente, ¡cójanlo con calma! Lo importante en estos días es pasarla bien.

¡Felicidades!

¡Habemus carro nuevo!

3:45 p.m., estacionamiento de un “dealer” – ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! Y no soy yo.

Acabo de dejar a mi hermana en el dealer para recoger su guagua nueva. Esta es como la tercera vez que visitamos este lugar en un periodo de 36 horas, porque al final se puso bien difícil.

Primero, la traje a negociar el precio. Se fue a pensarlo.

Luego, tuve que traerla a buscar la orden de compra porque ella iba a buscar financiamiento en una institución con la que el “dealer” no tiene acuerdo. Esa vez, ayer -para ser más específica-, la traigo, me pide que la acompañe, me siento con ella y el vendedor, me paro a atender una llamada y, cuando la miro, está ella levantada de la mesa peleando, porque el vendedor insistía en llenarle una solicitud de crédito del banco con el que ellos tienen acuerdo, dizque para garantizar la venta y poder darle el vehículo.

Iba furibunda… hasta hoy. Hoy, cuando llegó al “dealer” con su carta de la otra institución, estaba ella que no le cabía la sonrisa en la cara.

Ahhhhh, comprar un carro es tan chévere…. excepto con mi hermana y cuando te acuerdas que hay que pagarlo.

Los dejo, que tengo que llegar a tiempo a una reunión.

¡Ayuda celestial!

7:39 p.m., bleachers de la cancha de baloncesto – Mis días recientes en la carretera han estado bastante tranquilos, al punto de que hoy no tuve que dejar a Ernesto solo en la práctica mientras yo compraba algo de comida o de la escuela o para resolver algún asunto de trabajo. ¡UF!
La que sí ha estado volviéndose loca es mi hermana. La pobre no acaba de comprarse el auto, porque no se decide. Tiene la suerte de que vive cerca de una estación de Tren Urbano y, entre Uber, compañeros de trabajo y yo, hemos podido darle una buena mano.
Hace un rato, estuvimos hablando sobre su proceso de selección y me acordé de algo que me pasó cuando compré mi guagua y que no les había contado.
Mi hermana me cuenta que ha ido como a tres concesionarios buscando la mejor oferta y el vehículo que la convenza. Ella puede pagar el carro que quiere (que cuesta “paaaar de billetes”), pero como le preocupa la crisis fiscal y el impacto que puedan tener las decisiones de la Junta, prefiere irse por uno más barato. El detalle está en que no ha encontrado el barato que la convenza, que la enamore (y para pagar un carro hay que estar enamorá). Entonces, me dice que está frustrada y le da pereza ir a los “dealers”, porque cada vez que va la sientan en una silla y la dejan allí como tres horas, todo para llegar a un precio de venta decente.
Escuchando su historia, me acordé de la mía. Llegué al “dealer” un día en semana. Había contactado al vendedor y ya había visitado el concesionario. Sabía lo que quería, cuánto costaba y cuánto podía pagar. Sabía el financiamiento al que cualificaba y el que quería obtener. Aún así, estuve ocho horas en el “dealer” sin almorzar. Cuando me pongo a repasar lo que realmente tomó cada gestión me surgió la duda de por qué tanto tiempo, si al final lo que se hizo fue escoger la guagua, verificar que yo cualificara, que ellos me hicieran las ofertas, que yo las peleara y cerrar el negocio (porque ni seguro había que cuadrar ya que yo pago mi póliza anual). En esas ocho horas, el vendedor me dejó sola en la mesa en innumerables ocasiones. Iba, hablaba con el gerente allá en una oficina, estaba parado un rato y regresaba.
Nunca entendí por qué tanto tiempo. Como quiero ayudar a mi hermana a que se reanime y encuentre su carro ya, le escribí a uno de los encargados de La Milla Xtra a ver si pueden hacer un artículo que explique bien qué es lo que pasa cuando dejan a uno esperando tanto rato en el escritorio. Espero que nos hagan caso pronto y poder contarles en la próxima entrada que ya mi hermana tiene carro. Crucemos dedos.

Guía para sacar mosquitos del carro

7:01 a.m., desde casa – No sé si lo han notado, pero por lo menos en casa, después de tanta lluvia, los mosquitos están fuera de control.

Usualmente, prendo la guagua y la dejo calentar mientras voy montando todos los motetes de nuestra larga jornada. En el proceso, dejo la puerta abierta y ahí es que hacen fiesta los incontrolables mosquitos.

Ernesto se pone histérico; empieza hasta a estornudar. Pero, como por lo regular vamos con prisa, no puedo esperar a sacar a todos los mosquitos. Como la necesidad es uno de los mejores motores de la creatividad, me puse a buscar si en Internet hay consejos para manejar el asunto, y para mi sorpresa, sí, hay. Mi papá siempre me decía que cuando entraba un mosquito, prendiera el aire acondicionado bien alto y bajara un cristal. Según él, algo con la presión provocaba que el mosquito se saliera. Yo no entendía, pero lo hacía y funcionaba.

Hoy, finalmente, acabo de encontrar otra explicación a su teoría. Resulta que al prender el aire (no tiene que ser en Max. Siempre y cuando esté bien frío), la temperatura en la cabina disminuye y el insecto se desorienta. Entonces, al bajar el cristal del vehículo, si la temperatura de afuera es más caliente, el insecto saldrá en busca de calor. No lo digo yo, ni mi papá, lo dice el portal Circulaseguro.com.

Lo voy a probar ahora. Cuéntenme ustedes también cómo les va.

Juguemos a buscar zombies en las carreteras

9:10 a.m., estacionamiento de la oficina: ¡Estoy indignada! Cuando iba de camino a llevar a Ernesto, conté a más de 8 personas conduciendo (osea, con el pie en el acelerador) y mirando sus celulares.

¡8 personas!

Gente, esto es un crimen. Es muy fuerte y peligroso. Sé que ya les he escrito de esto, pero es que no dejo de sorprenderme. Parecemos zombies. Me pregunto si ya las compañías de seguro tienen alguna estadística relacionada con choques provocados por conductores usando celulares. De veras que estoy muy molesta y preocupada. Tanto que me voy con este castiguito, como en la escuela elemental (hazlo conmigo si te animas):

No volveré a usar el celular mientras guío.

No volveré a usar el celular mientras guío.

No volveré a usar el celular mientras guío.

No volveré a usar el celular mientras guío.

No volveré a usar el celular mientras guío.

No volveré a usar el celular mientras guío.

No volveré a usar el celular mientras guío.

No volveré a usar el celular mientras guío.

No volveré a usar el celular mientras guío.

No volveré a usar el celular mientras guío.

Antiguas entradas Recientes entradas

© 2024 La Milla Xtra

Site by Rendija FijaArriba ↑